Nacer de nuevo es la condición fundamental para ver el Reino de Dios

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Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es“. Juan 3: 3-6.

Nacer de nuevo es la condición fundamental para ver el Reino de Dios. Antes de nacer de nuevo soy guiado por mis propias inclinaciones humanas, también llamadas los deseos de la carne. Generalmente estas inclinaciones guían mis pensamientos y decisiones. Pero los deseos de la carne no llevan a una vida en Cristo, a la cual soy llamado.

Ceder a deseos tales como el orgullo, la flojera, la avaricia, la envidia, el egoísmo y muchos otros, nos llevan al pecado. Jesús describe la mentalidad de los que no han nacido de nuevo de esta manera: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Apocalipsis 3:17.

Si no reconozco que soy yo al que derriben en ese versículo del Apocalipsis será muy difícil que pueda nacer de nuevo, “de agua y espíritu”, porque nada de lo que es nacido de la carne puede servir a Dios. En cambio, cuando reconozco que no soy capaz de hacer lo bueno por mí mismo, es cuando Dios puede hacerse cargo. 

Necesito entregar absolutamente todo para poder nacer del Espíritu; es un nacimiento en la mente y en el corazón. Me considero muerto a los deseos de la carne y vivo para los impulsos del Espíritu.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:20. Aún nacido de nuevo conservaré una carne que desea satisfacer sus deseos, pero ahora estos deseos son vencidos y no tienen más poder sobre mí, pues ahora vivo conforme a lo que guía en Espíritu. 

Mi “viejo hombre”, como Pablo llama a la condición de los que no han nacido de nuevo, debe permanecer crucificado con Cristo y la nueva vida a la que he nacido es la vida de Cristo. La vida de Jesús se manifiesta en mi carne mortal (2 Corintios 4:11). 

Es precisamente por haber nacido del Espíritu que tengo el poder para resistir la tentación, y así mismo permanecer crucificado a los deseos de la carne y vivir para Cristo. (Romanos 15:13).

Todo el capítulo de Colosenses 3 es una buena descripción de un cristiano que ha nacido de nuevo, empezando con esto: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria“. Colosenses 3:1-4.

He nacido de nuevo cuando en mi corazón no deseo nada de esta tierra, sino que solamente tengo un anhelo de servir a Dios y dejar que Él tenga control en mi vida; un anhelo de vivir por la eternidad en lugar de cualquier otra cosa en este mundo; un anhelo como Jesús de “No se haga mi voluntad, sino la tuya.” Lucas 22:42.

Es hasta qué estoy dispuesto a dejar mi propia fuerza, mi propio orgullo, mi necedad y mi habilidad humana que puedo seguir la guía del Espíritu y que Dios puede hacer Su voluntad. Allí encuentro que por el poder del Espíritu, todo es posible; puedo mover montañas en mi vida y lo que pensaba que era imposible, victoria sobre el pecado, se vuelve posible. Estoy siendo transformado; soy una nueva creación, y dejo a Dios formarme y moldearme conforme a la persona que Él quiere que sea.

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