Riesgos del ministerio de alabanza

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La música para exaltar a Dios es un ministerio que se realiza para el Señor, pero que se desarrolla de manera pública. Es decir, no se ejecuta en secreto o de una manera discreta, como otros ministerios. Al contrario, el trabajo realizado en el ministerio de alabanza, está y estará forzosamente a la vista de los demás. 

Por la naturaleza del ministerio, que se ejecuta teniendo como móvil la música y el canto, que son formas o expresiones de arte, llega a ser un ministerio que la gente tiende a admirar. Incluso, llegan a admirar al propio ministro de la música, de tal manera que el ”brillo“ de este ministerio se convierte en el ”talón de Aquiles“ de algunos cantantes y músicos cristianos.   

Existen muchos ministerios que se desarrollan en una iglesia y casi todos lo hacen de una manera discreta, codón modestia y con pocas expresiones públicas: los maestros de enseñanza bíblica, los que ministran a través de una sencilla oración de fe, los guerreros espirituales que, con su intercesión y ayunos constantes, se convierten en pilares espirituales de su congregación, los que laboran en el área administrativa de la iglesia, los que fielmente sirven como ujieres y porteros, los consejeros, los evangelistas de casa en casa. 

Están también los servidores que a diario mantienen en orden el templo, y limpio el suelo que todos pisan; también están los que trabajan tras bastidores encargados de toda la logística y aspectos técnicos de audio, iluminación o video durante cada culto o servicio. 

A diferencia de todos éstos ministerios, los cantantes y músicos, miembros del ministerio de alabanza, en cierta forma podría decirse que son ”figuras públicas” dentro de su congregación, lo que hace que sus logros y cualidades, así como sus faltas y errores, sean también mucho más notorias que los de otros, debido a que siempre están en la mira de los demás.

Es una realidad innegable que quienes son capaces de crear o expresar algún tipo de arte escénica (llámese actuación y teatro, danza, música o canto), siempre atraerán hacia sí a personas que apreciarán esa expresión artística y que, en cierta forma, los admirarán, lo que los coloca en mayor riesgo de ser exaltados e idealizados por la gente. 

Sin embargo, cuando el Señor usa a sus ministros de la música para realizar maravillas y tocar y bendecir a su pueblo a través de la alabanza y adoración, es  fácil que, tanto la gente como ellos mismos, lleguen a pensar, erróneamente, que fueron sus habilidades o talentos los que humanamente lograron las cosas.   

Por ejemplo, hay gente en las congregaciones que llega a pensar que sintieron algo bonito porque la música estuvo bien ejecutada o bien cantada; o que descendió la presencia del Señor porque quien dirigía los cantos era un ministro experimentado con una dulce y hermosa voz. Nada más equivocado.  

En ocasiones los propulsores de levantar ”íconos“ para admirar e idealizar, sin ninguna mala intención, son los propios medios de comunicación cristianos.   Cuando se aproxima la visita de algún cantante muy usado por Dios internacionalmente, las emisoras de radio y de televisión cristianas se saturan de anuncios, música, videos, documentales, entrevistas y todo tipo de propaganda alusiva a dicho cantante o grupo musical.

Es muy importante cuidar la manera como se promueve un evento cristiano, pues lo correcto sería aprovechar el evento para extender el mensaje del Evangelio, a través de la música y testimonio del músico o cantante. 

Hay que publicitar a los ministros de la música, pero siempre, concediéndole la honra y la preeminencia sólo a Dios.  Hay que estimular a los miembros del ministerio de alabanza de la congregación, pero siempre teniendo en la mira que se trata de un servicio al Señor y jamás un acto de exhibición. A la congregación hay que concientizarla de que la alabanza musical está hecha sola y exclusivamente para exaltar al Señor.

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