Uno de los defectos humanos más dañinos tanto para los demás como para el ofensor es hablar mal del prójimo, pues además de que manifiesta falta de respeto por el otro, hace poco confiable a quien tiene el mal hábito.
El que habla mal del otro, puede, con toda facilidad, también hablar mal de ti en algún momento, pues seguramente es un mal adquirido y además es difícil de erradicar.
Jesús reprobó el acto de hablar mal de los demás, e incluso lo experimentó en su propia persona y lo reprochó directamente al decir “¿Por qué caviláis así en vuestros corazones?”
Como ves, es un defecto que no sólo debes de cambiar porque es pecado sino porque daña las relaciones humanas, y tampoco ayuda a forjar amistades sinceras.
A veces se utiliza con ligereza el don de la palabra y se hace mucho daño con ella. Con la palabra podemos hacer tres usos incorrectos:
• Juicio temerario: consiste en admitir como verdadero, explícita o tácitamente, y sin fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo.
• Maledicencia: Consiste en comunicar los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran, sin un propósito objetivamente válido.
• La calumnia: consiste en dañar la reputación del prójimo afirmando cosas falsas o dando ocasión a juicios falsos respecto del mismo, mediante palabras contrarias a la verdad.
No son pocas las veces en que con ligereza se atribuyen males morales a otros sin tener la seguridad de que es verdad; Quizás basándose en suposiciones, impresiones subjetivas, o comentarios escuchados, se hacen afirmaciones que dejan entrever una duda sobre la buena honra del otro.
Incluso algunas veces hasta con un gesto se puede dejar abierta la puerta a que se ponga en duda la buena fama y reputación de una persona. ¡Cuánto daño se puede hacer con esto! Y ni qué decir de la calumnia donde se levanta un juicio falso con el único objetivo de hacerle daño a alguien.
Es muy doloroso ver cómo, al levantar falsos testimonios, se daña la honra de las personas, cosa que después es muy difícil limpiar.
Por lo tanto pongamos siempre atención a nuestras palabras. Para avanzar en este dominio de la palabra, podrías preguntarte, antes de hablar:
• ¿Esto que voy a contar de tal persona, sería capaz de decirlo enfrente de ella?
• ¿cuál es el objetivo de lo que voy a decir?
• ¿Ayudará en algo o beneficiará a mi prójimo?
• Si soy yo el que comete el error ¿me gustaría estar en boca de todo el mundo?
Porque si mi objetivo es ayudar a que la persona cambie, pues es a esa persona a quien tengo que buscar, para hacer una corrección fraterna, con amor y sin hacer juicios. Creo que siempre es bueno seguir aquello que Jesús enseñó en Mateo 7:12: “todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”
Es importante pedirle a Dios ayuda para crecer en el dominio de la palabra, como importante es no juzgar, no estar mirando la paja en el ojo ajeno;
Finalmente, sobre este tema es lectura obligada el capitulo 3 de la carta del apóstol Santiago, en los versos del 5 al 12:
La lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.
Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.