Riesgos, amenazas y retos del adorador

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El tiempo de la alabanza en las reuniones de iglesia consiste en adorar a Dios en todo momento y los miembros del grupo de  adoración tienen el propósito de incentivar a toda la congregación a alabar a Dios a través del canto y de la oración.

Todo adorador debe tener cuidado con los aspectos que amenazan su vida de servicio a Dios, pues hay peligros que buscan desviar el propósito del verdadero adorador.

El adorador debe estar consciente de que hay peligros tanto externos como internos. Los internos tienen que ver con sus tentaciones, su falta de carácter o sus problemas de fe, mientras que los externos se asocian con su relación con los demás miembros del grupo de alabanza o con miembros de la congregación.

Quizás los más peligrosos son los peligros internos, porque convivimos con ellos hasta el punto que toleramos nuestros errores sin luchar contra ellos.

El salmista David lo dice así: ¿Quién podrá entender sus propios errores? y a su vez hace una exclamación ¡Líbrame de los que me son ocultos!

Sin embargo también existen amenazas para el adorador que tiene que ver con las propias alabanzas que a veces carecen de teología, tienen exclamaciones no bíblicas o que no ayudan a la congregación a encontrar el sentido de adoración a Dios, a pesar de que sí tienen ritmos muy emotivos que hacen sentir que están adorando aunque no sea así.

En Colosenses dice: Que la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros. Esto nos lleva a decir que nuestra música debe tener un enfoque bíblico, un enfoque cristocéntrico, un enfoque donde Cristo sea y siga siendo siempre el centro.

Cada músico debe preocuparse por conocer los fundamentos bíblicos, para realizar ese servicio a Dios conforme a la voluntad de él, evitando así equivocaciones y desenfoques.

Por eso es imprescindible que los miembros de los grupos de alabanza más que ser expertos en música o vocalización sean expertos en Biblia y teología. Una escuela o ministerio de adoradores musicales, debe, por naturaleza, ser fundamentalmente una escuela de biblia y teología.

Un adorador debe saber interpretar bien las doctrinas bíblicas, los pasajes escriturales, a fin de que se pueda ajustar el mensaje que se transmite a través de la música, con las verdades expresadas en la palabra de Dios.

Unos de los mayores peligros actuales es la superficialidad, es el poco interés en el estudio de la palabra de Dios y reemplazar la adoración en espíritu y verdad para solamente mover sentimientos y emociones a través de la armonía y el ritmo musical.

La música expresa emociones, pero debe tener un mensaje bien claro y bien definido; pero si solamente la música mueve la emoción, no cumple la función que debe cumplir.

El mensaje de los cantos debe contener siempre exaltación a Dios y edificación a ese pueblo que sabe adorar. Nunca la adoración debe ser un medio de entretenimiento. La música no debe opacar la letra, las palabras que cantamos exaltan a Dios y edifican a la iglesia.

Los músicos deben tener cuidado, porque si el volumen o la disonancia de la música no permite que las palabras se puedan oír claramente, entonces la adoración pierde su esencia, pues no logra transmitir un mensaje entendible.

En nuestras iglesias debemos tener cuidado que no estemos entrando en la era donde tenemos mucho ritmo y mucha armonía, pero poco mensaje y poca letra.

El apóstol Pablo en 1 Corintios, 14-15 dice: “Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento.”.

Por eso la música no debe distraernos de la letra, la música debe estar al servicio de la letra y no debe llamar la atención de los adoradores sobre sí misma, sino que ha de servir como ese vehículo del mensaje que está proclamando.

Cuando la música toma la preeminencia, no solo llega a convertirse en un obstáculo para la transmisión del mensaje, sino que crea en la congregación una sensación engañosa de adoración, que mueve sólo las emociones, hasta llegar a confundirse con un verdadero avivamiento espiritual.

Notamos muchas veces en las congregaciones, la gente está brincando y saltando, mientras la música, los instrumentos suenan, pero apague los instrumentos y se acabó el avivamiento, porque lo que se mueve son emociones, y no se logra mover el espíritu de la gente a la verdadera adoración a Dios.

Nuestra música debe tener cuidado en la teología si queremos hacer las cosas bien y agradables para Dios. Debemos cuidarnos de no cometer errores que estén haciendo perder lo grande de este mensaje y estén distorsionando la atención del que debe tenerla.

Fuente: Generación Pentecostal

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