El Bautismo ya se prefiguraba en el Antiguo Testamento

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El Bautismo es uno de los sacramentos más importantes dentro de la fe cristiana, ya que representa el inicio de una nueva vida en comunión con Dios. Sin embargo, su significado no surge de la nada; a lo largo de la historia de la salvación, la Sagrada Escritura ha ido revelando el sentido del bautismo mediante diferentes acontecimientos y símbolos que anticipaban este misterio.

El Agua: Símbolo de Vida y Santificación

Desde la creación del mundo, el agua ha sido vista como fuente de vida y fecundidad. En el Génesis, se menciona que el Espíritu de Dios “se cernía sobre las aguas” (Gn 1,2), lo que indica que el agua era capaz de ser instrumento de santificación.

En la bendición del agua bautismal durante la Vigilia Pascual, se recuerda este pasaje con las palabras: ”¡Oh Dios!, cuyo Espíritu, en los orígenes del mundo, se cernía sobre las aguas, para que ya desde entonces concibieran el poder de santificar”.

De esta manera, el agua no es sólo un elemento natural, sino que adquiere un significado espiritual profundo: Dios la usa para manifestar su poder y su gracia.

El Arca de Noé: Salvación a Través del Agua

Uno de los episodios más conocidos del Antiguo Testamento es el diluvio universal y la salvación de Noé y su familia en el arca. La Iglesia ha visto en este relato una prefiguración del Bautismo, ya que, a través del agua, Dios purifica la tierra del pecado y permite el nacimiento de una nueva humanidad.

San Pedro, en su primera carta, hace referencia a este simbolismo cuando dice que “unos pocos, es decir, ocho personas, fueron salvados a través del agua” (1 P 3,20). En la liturgia, se expresa así:

”¡Oh Dios!, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad, de modo que una misma agua pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad”. 

Así como el arca fue el medio de salvación para Noé, el Bautismo es hoy el medio por el cual el creyente es liberado del pecado y renace a una nueva vida en Cristo.

El Paso del Mar Rojo: Libertad y Nueva Vida

Otro gran acontecimiento que prefigura el Bautismo es el paso del pueblo de Israel a través del Mar Rojo. Moisés, guiado por Dios, abrió el mar para que los israelitas escaparan de la esclavitud de Egipto y comenzaran su camino hacia la Tierra Prometida.

Este hecho es una imagen clara de lo que ocurre en el Bautismo: así como Israel fue liberado del dominio del faraón, el bautizado es liberado del pecado original y entra en una nueva relación con Dios. La Vigilia Pascual lo expresa con estas palabras:

”¡Oh Dios!, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo a los hijos de Abraham, para que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón fuera imagen de la familia de los bautizados”.

Así, el agua, que en un momento fue amenaza de muerte para los egipcios, se convierte en símbolo de vida y salvación para el pueblo elegido, reflejando lo que ocurre en el Bautismo cristiano.

El Paso del Jordán: Entrada a la Tierra Prometida

Finalmente, el Bautismo también es prefigurado en el paso del río Jordán, cuando el pueblo de Israel, guiado por Josué, cruza sus aguas para entrar en la Tierra Prometida. Este momento simboliza la entrada del creyente en la herencia definitiva: la vida eterna en la presencia de Dios.

La liturgia de la Vigilia Pascual recuerda esta imagen al señalar que el Bautismo nos hace partícipes de la Nueva Alianza, en la cual se cumple la promesa de Dios a Abraham y su descendencia.

Conclusión

A lo largo de la historia de la salvación, el agua ha sido un elemento clave en la relación entre Dios y su pueblo. Desde la creación hasta la entrada en la Tierra Prometida, la Sagrada Escritura ha mostrado cómo Dios ha usado el agua para manifestar su poder, purificar, liberar y guiar a su pueblo.

El Bautismo cristiano recoge y da cumplimiento a todas estas prefiguraciones: es el medio por el cual el creyente es salvado, purificado del pecado y conducido a la vida eterna. Por ello, la Iglesia celebra este sacramento con profundo sentido, recordando que, a través del agua, Dios sigue obrando maravillas en la vida de cada persona que se acerca a Él.

Fuente: Catecismo de la Iglesia Católica 1217 a 1222

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