¿Es válido recibir la Eucaristía en la mano?

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La pregunta sobre la manera adecuada de recibir la Sagrada Comunión ha sido motivo de debate en algunos ambientes eclesiales. Sin embargo, la Iglesia Católica, a través de sus documentos oficiales, ha aclarado de manera precisa este tema.

Fundamento doctrinal de la Eucaristía

La Iglesia enseña que en la Eucaristía está verdadera, real y sustancialmente presente Nuestro Señor Jesucristo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1374). Por tanto, la manera de recibir este augusto Sacramento debe manifestar la reverencia y adoración debidas.

La práctica de recibir la Comunión en la mano

Aunque durante muchos siglos la práctica común fue recibir la Comunión en la boca, desde la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, la Santa Sede ha permitido recibir la Eucaristía también en la mano, siempre que se haga con la debida reverencia.

El Instrucción Memoriale Domini, emitida por la Congregación para el Culto Divino en 1969, establece que la forma tradicional de recibir la Comunión en la boca debe conservarse, pero que puede permitirse la Comunión en la mano cuando la Conferencia Episcopal lo solicite y la Santa Sede lo apruebe:

“El modo tradicional de distribuir la sagrada comunión, es decir, colocando la hostia sobre la lengua del comulgante, debe ser conservado. No obstante, donde el uso contrario ya se haya arraigado, la Santa Sede, por medio de la petición de la Conferencia Episcopal, puede conceder la facultad de distribuir la comunión en la mano.” (Memoriale Domini, 1969).

Por tanto, la recepción de la Comunión en la mano es una práctica permitida por la Iglesia, cuando está debidamente autorizada, y no es en sí una falta de respeto o un acto ilícito.

Confirmación en el Misal Romano y la Instrucción Redemptionis Sacramentum

El Misal Romano, en la Tercera Edición Típica, establece:

“Si la Comunión se recibe en la mano, el comulgante, situándose ante el ministro, extiende las manos y, recibiendo el Cuerpo de Cristo en la palma de la mano, lo lleva a la boca él mismo, delante del ministro” (cf. Institutio Generalis Missalis Romani, n. 161).

Por su parte, la Instrucción Redemptionis Sacramentum, de 2004, documento de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, reafirma esta práctica como válida, aunque recordando la necesidad de cuidar el debido respeto:

“Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca, si el que va a comulgar quiere recibir en la mano el Sacramento, en los lugares donde la Conferencia de Obispos lo haya permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe administrar la sagrada hostia. Sin embargo, póngase especial cuidado en que el comulgante consuma inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje teniendo en la mano las especies eucarísticas. Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano.”. (Redemptionis Sacramentum, n. 92).

Llamado a la reverencia y al cuidado de las partículas

Ahora bien, aunque está permitido recibir la Comunión en la mano, es necesario subrayar que este gesto debe ir acompañado de gran reverencia, y se debe tener especial cuidado en que no queden partículas del Cuerpo de Cristo en la mano. San Cirilo de Jerusalén, ya en el siglo IV, exhortaba:

“Cuando te acerques, no te acerques con las palmas extendidas ni con los dedos separados, sino haz de tu mano izquierda un trono para la derecha, que va a recibir al Rey, y en la concavidad de tu mano recibe el Cuerpo de Cristo, diciendo: Amén” (Catequesis Mistagógica V, 21).

Este testimonio patrístico confirma la antigua existencia de la Comunión en la mano, pero también revela la actitud de profundo respeto que debe acompañarla.

Conclusión

Recibir la Eucaristía en la mano es una práctica válida y permitida por la Iglesia, siempre que se realice con fe, devoción y el debido respeto. No obstante, los fieles también conservan el derecho a recibirla en la boca si así lo desean.

En resumen, la cuestión no está en la forma externa —mano o boca—, sino en la actitud interior y reverente hacia Cristo realmente presente. La Iglesia, como Madre y Maestra, permite ambas formas, recordándonos siempre el misterio sublime que estamos recibiendo.

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