Película “Cónclave”: Una mirada crítica desde la fe a una visión dramatizada de la Iglesia

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La película Cónclave (2024), dirigida por Edward Berger y protagonizada por Ralph Fiennes, ha captado la atención del público por su intrigante ambientación en el proceso de elección de un nuevo Papa. 

Inspirada en la novela homónima de Robert Harris, la cinta combina el drama político con tintes de thriller espiritual. Pero ¿cómo debemos valorar esta propuesta cinematográfica desde una perspectiva católica? A continuación, ofrecemos una crítica técnica, artística y religiosa que invita a discernir con criterio cristiano.

Valoración técnica: un producto cinematográfico bien realizado

Desde lo técnico, no se puede negar que Cónclave está sólidamente construida. La dirección de Berger es sobria y eficaz, logrando una atmósfera tensa y contenida que refleja el peso espiritual y humano del evento que representa. La música de Volker Bertelmann acompaña discretamente, sin estorbar el desarrollo dramático.

La fotografía y el diseño de producción logran evocar la grandeza y el misterio del Vaticano, aunque con cierto sesgo hacia lo sombrío. Ralph Fiennes, en el papel del cardenal protagonista, ofrece una actuación destacada por su introspección y profundidad. Lo acompañan actores de renombre como Stanley Tucci y John Lithgow, en un reparto que aporta solidez y credibilidad.

Perspectiva artística: entre el drama y la insinuación

Artísticamente, la película opta por un tono serio y reflexivo, explorando los dilemas internos de quienes participan en un evento de trascendencia espiritual y universal como un cónclave. 

El guion introduce elementos de suspenso y secretos personales que, si bien dan dinamismo al relato, también se alejan de la realidad y simplifican el complejo proceso de discernimiento que vive el Colegio Cardenalicio.

Algunos giros de la trama pueden parecer inverosímiles o poco respetuosos con la verdad histórica y espiritual del cónclave. La dramatización exagerada corre el riesgo de reforzar clichés que han sido alimentados durante décadas por ciertas corrientes culturales con escasa comprensión del sentido eclesial.

Crítica religiosa: una representación que desfigura la misión de la Iglesia

Desde la perspectiva de la fe, Cónclave plantea serias preocupaciones. Aunque utiliza el contexto del Vaticano y de la elección papal, el retrato que ofrece de la Iglesia está marcado por la sospecha, la ambición personal y las tensiones de poder, dejando sin espacio a la acción del Espíritu Santo y al verdadero sentido de servicio que anima la vida eclesial.

La película reduce a los pastores de la Iglesia a piezas de un ajedrez político, ignorando su profunda vocación de entrega, oración y discernimiento. Se corre el riesgo de presentar al público una imagen distorsionada, secularizada y mundana de la Iglesia, que no hace justicia al alma profunda del Cuerpo de Cristo.

Como católicos, sabemos que la Iglesia es santa por su Cabeza, que es Cristo, y que su vida interior, especialmente en momentos tan solemnes como un cónclave, está sostenida por la oración, la unidad y la guía del Espíritu Santo. Esa dimensión queda prácticamente ausente en la narrativa cinematográfica.

Discernir más allá del espectáculo

Cónclave puede apreciarse como un ejercicio cinematográfico interesante y estéticamente bien logrado. Sin embargo, como católicos, debemos abordarla con espíritu crítico y consciente, recordando que lo que muestra no es un documental ni una representación fiel de la vida de la Iglesia, sino una ficción que mezcla verdad y especulación.

Al verla, conviene tener presente que la Iglesia, con sus luces y sombras humanas, es ante todo un misterio de comunión, de fe y de servicio, no un escenario de intrigas como la ficción sugiere. Y que el cónclave, lejos de ser un simple juego de poder, es un acto de escucha del Espíritu, de oración profunda y de fidelidad a Cristo.

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