Este lunes 5 de mayo de 2025, en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, se llevó a cabo uno de los actos más solemnes y discretos previos al inicio del Cónclave: el juramento de confidencialidad de los funcionarios y colaboradores aprobados para participar en el proceso de elección del nuevo Papa. Este acto se realizó conforme a lo establecido en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis del Papa Juan Pablo II.
El compromiso, que implica absoluta reserva sobre todo lo relacionado con las votaciones y actividades del Cónclave, fue pronunciado tanto por religiosos como por laicos. Todos ellos fueron previamente aprobados por el cardenal camarlengo, Kevin Farrell, y los tres cardenales asistentes al proceso.
Con la mano sobre los Santos Evangelios, cada participante juró mantener un silencio perpetuo sobre lo que vea, escuche o se desarrolle en torno a la elección pontificia, y renunciar al uso de cualquier instrumento de grabación, audio o video. Una eventual violación al juramento conlleva la pena de excomunión automática (latae sententiae), reservada únicamente a la Sede Apostólica.
La lista de personas que prestaron juramento abarca un amplio grupo de colaboradores indispensables para el desarrollo del Cónclave. Entre ellos destacan:
- Monseñor Diego Ravelli, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias.
- El secretario del Colegio Cardenalicio.
- Siete ceremonieros pontificios.
- Dos religiosos agustinos responsables de la Sacristía Pontificia.
- Confesores en diversos idiomas.
- Personal médico, de enfermería, limpieza, cocina y transporte.
- Técnicos, floristas, empleados de servicio y ascensoristas.
- Oficiales de la Guardia Suiza encargados de la seguridad de la Capilla Sixtina.
- El director de Seguridad y Protección Civil del Vaticano y parte de su equipo.
Antes de emitir el juramento, todos recibieron una instrucción clara sobre su significado y consecuencias. La ceremonia fue presidida por el cardenal camarlengo en presencia de dos protonotarios apostólicos, quienes atestiguaron la firma de cada participante.
Este juramento colectivo es una muestra de la seriedad, el respeto y la sacralidad con la que la Iglesia custodia el proceso de elección del Sucesor de Pedro, asegurando que cada detalle se desarrolle bajo un profundo espíritu de responsabilidad y discreción.