¿Quieres servir en tu parroquia? Comienza por tu hogar… pero no te detengas ahí

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Hay personas que sienten un sincero deseo de hacer más por Dios, de servir en la parroquia, de vivir su fe no sólo como asistentes a misa, sino como discípulos y apóstoles. Si ese es tu caso, bendito sea Dios por haberte movido el corazón.

Tal vez aún no sabes cómo ni en qué participar. Lo primero que debes saber es que hay muchas formas de servir: apoyando en la liturgia, formando parte de un grupo de oración, ayudando en la catequesis, visitando enfermos, dando clases de Biblia, apoyando en los retiros, ayudando a los necesitados, colaborando con el área de comunicación de la parroquia o incluso prestando tu experiencia profesional al servicio de la diócesis.

Pero antes de apuntarte a cualquier apostolado, haz una pausa: ¿Cómo está tu casa? ¿Cómo está tu familia?

Tu primer servicio, tu primera iglesia, tu primer altar es tu hogar. No descuides a los tuyos por hacer mucho en la parroquia. A Dios no le agrada que lo pongamos a Él por encima de nuestra familia, porque servir a la familia también es servir a Dios.

Ahora bien, si tu situación familiar te permite participar más activamente, hay varios pasos que puedes dar:

  1. Acércate a tu párroco. Preséntate con sencillez. Exprésale tu deseo de colaborar. Él podrá orientarte y canalizarte según las necesidades de la comunidad.
  2. Prepárate y capacítate. No basta el entusiasmo. El servicio requiere formación: teológica, pastoral y humana. Asiste a los talleres, cursos y retiros que se ofrezcan.
  3. Acepta que puedes encontrar barreras humanas. No te sorprendas si algunos grupos parroquiales o movimientos parecen cerrados o poco acogedores. A veces hay celos, temores o simplemente falta de apertura. No te desanimes.
  4. No te vayas si no te abren la puerta a la primera. La Iglesia es grande, y hay muchas áreas donde puedes ser útil. Tal vez no sea en ese grupo, pero sí en otro. Incluso puedes colaborar en tu decanato o diócesis, donde también se necesitan laicos comprometidos.
  5. Mantén siempre la intención pura: salvar almas, incluida la tuya. Servir en la parroquia no es para sobresalir, ni para controlar, ni para ser aplaudido. Es para ayudar a que más personas conozcan a Cristo. Es un camino de humildad, entrega y fidelidad.

Dios te ha dado talentos. No los entierres. Ponlos a trabajar para su Reino. Pero nunca al precio de dejar de amar, de cuidar y de formar a tu propia familia.

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