El compromiso de la Iglesia Católica con los pueblos originarios no es un gesto aislado ni una moda pasajera: forma parte de una línea pastoral que, en las últimas décadas, ha ido ganando profundidad y coherencia. Así lo reafirmó el Observador Permanente de la Santa Sede ante la OEA, monseñor Juan Antonio Cruz Serrano, en un mensaje pronunciado el 13 de agosto en Washington D.C., con motivo del Día Internacional de los Pueblos Indígenas y la Octava Semana Interamericana de los Pueblos Indígenas.
Las mujeres indígenas son el pilar de comunidades vivas
En su intervención, monseñor Cruz Serrano subrayó un aspecto que a menudo se pasa por alto: el papel fundamental de las mujeres indígenas. Retomando palabras de la exhortación apostólica Querida Amazonía, recordó que en muchas regiones, especialmente en la Amazonía, las comunidades se han mantenido gracias a mujeres “fuertes y generosas” que han sostenido, cuidado y contenido la vida comunitaria.
La Santa Sede no ve a las mujeres indígenas como beneficiarias pasivas de ayuda, sino como protagonistas activas en la construcción de un futuro común, defensoras de sus culturas y custodias de sus lenguas y costumbres.
Un compromiso que se convierte en acciones
La cercanía de la Iglesia a los pueblos originarios no se limita a declaraciones de buena voluntad. Se concreta en la labor de diócesis, prelaturas, vicariatos, parroquias, misiones y redes como la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), que trabajan en la formación, la salud, la defensa de derechos y la promoción cultural.
El objetivo es que los miembros de estas comunidades sean los protagonistas y conductores de su propia historia, y no simples receptores de decisiones ajenas.
Una línea pastoral oficial
Esta postura no surge de improviso. Desde el Concilio Vaticano II hasta el Sínodo para la Amazonía, la Iglesia ha insistido en que el Evangelio debe encarnarse en cada cultura, respetando lo que hay de verdadero y bueno en ella.
Documentos como Aparecida y el magisterio del papa Francisco refuerzan que la defensa de los pueblos originarios es parte integral de la misión eclesial.
Lo dicho por monseñor Cruz Serrano, en sintonía con el reciente editorial de Desde la Fe, confirma que existe una visión coherente y oficial que valora a estos pueblos como guardianes de memoria y de futuro, y no como meros testigos de un pasado que se desvanece.
Cercanía que evangeliza y humaniza
El acompañamiento a los pueblos originarios es, en última instancia, un testimonio del Evangelio. Significa defender su dignidad, promover la justicia y aprender de ellos formas de vivir en comunidad, cuidar la creación y poner en el centro el valor de la vida.
En este diálogo de fe y cultura, la Iglesia no solo enseña: también escucha y se deja evangelizar por la sabiduría ancestral de quienes, desde hace siglos, han sabido vivir con gratitud, equilibrio y esperanza.