La puerta estrecha y el banquete universal: claves para entender Lucas 13

La puerta estrecha. Lucas (13,22-30)

El 24 de agosto de 2025, en todas las iglesias católicas del mundo, se lee un pasaje del evangelio según san Lucas (13,22-30) que provoca cierta incomodidad: alguien pregunta a Jesús si son pocos los que se salvan, y Él responde con una advertencia: “Esfuércense en entrar por la puerta estrecha”. No da cifras, no responde con estadísticas, porque la salvación no es cuestión de porcentajes, sino de relación viva con Dios.

La pregunta que no se responde

El detalle es fascinante: el verbo en griego (“¿son pocos los que se están salvando?”) muestra que no se trata de un conteo final, sino de un proceso en marcha. Jesús entonces no alimenta la curiosidad; más bien dirige la atención al presente: ¿qué estoy haciendo yo ahora para entrar por esa puerta que conduce a la vida? 

La salvación es don, pero también combate interior, por eso el evangelista al escribir “esfuércense”, utiliza la palabra “agōnízesthe”, que remite a luchar, esforzarse como un atleta en la arena.

No basta con haber estado cerca

El pasaje insiste en algo que puede resultar inquietante: no basta con “haber comido y bebido” con Jesús o haberlo escuchado en las plazas. Estar cerca físicamente no garantiza nada; lo que cuenta es ser conocidos por Él, es decir, vivir en comunión real

Hoy podemos decir que no basta con asistir a la iglesia o participar en apostolados, La frase “no sé de dónde son” no significa ignorancia física, sino falta de vínculo. La fe no es un carnet de socio, la fe más bien significa una vida transformada.

Una mesa sin fronteras

Aquí entra en juego la primera lectura de Isaías (66,18-21), que abre el horizonte: Dios convoca a todas las naciones, incluso a los que nunca habían oído hablar de su gloria. Y no sólo los recibe, sino que “de entre ellos escogerá sacerdotes y levitas”. 

Es una profecía sorprendente: el sacerdocio, antes ligado al linaje de Israel, ahora se extiende como signo de que el Reino no tiene fronteras

Lucas retoma esa misma visión cuando habla de los que llegarán “de oriente y occidente, del norte y del sur” para sentarse en la mesa del Reino. La imagen es potente: la mesa de Dios siempre tiene lugar para más comensales.

Una disciplina que cura

La carta a los Hebreos (12,5-7.11-13) completa la imagen con una perspectiva íntima: la vida cristiana no es un paseo fácil, sino una formación. El autor usa la palabra griega paideía, que significa educación o entrenamiento. 

Las pruebas, lejos de ser castigos arbitrarios, son caminos de maduración: “el Señor corrige a los que ama”. El objetivo no es hacer sufrir, sino sanar: “para que el pie cojo no se tuerza, sino que se cure”. Una disciplina que educa, corrige y, en último término, conduce a la libertad.

Últimos y primeros

El evangelio cierra con una inversión que desconcierta: “hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”. Es un recordatorio de que los criterios de Dios no son los nuestros. No basta con sentirse “dentro” por tradición, herencia o costumbre. El Reino se abre a quienes tal vez parecían marginados, pero que vivieron con fe auténtica. La salvación no se hereda, se acoge y se cultiva.

Para grabar en la memoria

  1. La salvación no es un censo, es una decisión. Jesús evita los números y nos invita a actuar.
  2. No basta con estar cerca de lo sagrado, hay que dejarse transformar.
  3. El banquete de Dios es universal, nadie queda excluido si responde a la invitación.
  4. La disciplina del Señor no aplasta, sino que cura y fortalece.

Estas lecturas nos recuerdan que la fe es camino, combate y comunión. No se trata de obsesionarnos con si son “pocos o muchos” los que se salvan, sino de abrir de par en par la puerta de nuestra vida a Aquel que, al final, es Él mismo la Puerta.

En seguida te presentamos las lecturas que el domingo 24 de agosto de 2025 se lee en todas las iglesias católicas del mundo.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según San Lucas 13, 22-30

En Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.

Uno le preguntó:
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?».

Él les dijo:
«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: Señor, ábrenos; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”. Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.

Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

Este pasaje bíblico que se leerá en todas las iglesias católicas del mundo el domingo 24 de agosto de 2024, está precedida por dos lecturas bíblicas más:

Primera lectura

Lectura del Profeta Isaías 66, 18-21

Esto dice el Señor:

«Yo, conociendo sus obras y sus pensamientos,
vendré para reunir
las naciones de toda lengua;
vendrán para ver mi gloria.
Les daré una señal, y de entre ellos
enviaré supervivientes a las naciones:
a Tarsis, Libia y Lidia (tiradores de arco),
Túbal y Grecia, a las costas lejanas
que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria.
Ellos anunciarán mi gloria a las naciones.

Y de todas las naciones, como ofrenda al Señor,
traerán a todos vuestros hermanos,
a caballo y en carros y en literas,
en mulos y dromedarios,
hasta mi santa montaña de Jerusalén
—dice el Señor—,
así como los hijos de Israel traen ofrendas,
en vasos purificados, al templo del Señor.
También de entre ellos escogeré
sacerdotes y levitas —dice el Señor—».

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 12, 5-7. 11-13

Hermanos:
Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, ni te desanimes por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos». Soportáis la prueba para vuestra corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues ¿qué padre no corrige a sus hijos?

Ninguna corrección resulta agradable, en el momento, sino que duele; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.

Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, no se retuerce, sino que se cura.

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