Pastoral de Movilidad Humana: un apostolado urgente para América

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San Rafael de La Unión, Costa Rica. — Del 17 al 22 de agosto se celebró en Costa Rica la XII Reunión Regional de Obispos y Agentes de Pastoral de Movilidad Humana de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe. 

El encuentro, realizado en la Escuela Social Juan XXIII, reunió a representantes episcopales, expertos y delegados de organismos eclesiales, con la participación de los cardenales Fabio Baggio y Álvaro Ramazzini.

La declaración final de la reunión tomó como lema las palabras de la Carta a los Hebreos: “Sean hospitalarios, porque algunos, sin saberlo, han acogido ángeles” (Hb 13,2). Con este espíritu, los pastores y agentes expresaron su cercanía con los migrantes y lanzaron un llamado a las autoridades civiles para que trabajen por el bien común, sin dejarse dominar por intereses particulares.

¿Qué es la Pastoral de Movilidad Humana?

La Pastoral de Movilidad Humana es un apostolado de la Iglesia católica que acompaña a los migrantes, refugiados, desplazados y víctimas de trata. No se trata solo de ofrecer asistencia material, sino de reconocer en ellos el rostro de Cristo que fue “forastero y fue acogido” (cf. Mt 25,35). 

Es una pastoral que responde a una de las realidades más dramáticas y a la vez más esperanzadoras de nuestro tiempo: la movilidad de millones de personas que, buscando sobrevivir o mejorar sus condiciones de vida, dejan atrás su tierra, su cultura y, muchas veces, a su familia.

Este apostolado combina la dimensión caritativa con la defensa de los derechos humanos. A través de albergues, casas de migrantes, redes eclesiales y equipos parroquiales, la Iglesia busca no solo dar techo y comida, sino también escuchar, proteger, promover y acompañar integralmente a quienes emprenden la ruta migratoria.

Un desafío urgente para Norte, Centroamérica y el Caribe

La declaración de los obispos y agentes subraya que los migrantes enfrentan hoy peligros crecientes: crimen organizado, trata de personas, violencia en las rutas y políticas antimigratorias que cierran puertas en lugar de abrirlas. Sin embargo, lejos de ser vistos como una amenaza, deben reconocerse como “ángeles” que interpelan la conciencia cristiana y la capacidad de construir sociedades más humanas y fraternas.

De ahí surge la importancia de que todas las diócesis de Norte, Centroamérica y el Caribe se comprometan con la Pastoral de Movilidad Humana. No es suficiente que existan casas o albergues en puntos fronterizos o estratégicos; se requiere que las parroquias, comunidades y agentes pastorales integren en su acción cotidiana el servicio a los migrantes. La hospitalidad, en este contexto, es una expresión concreta de la fe.

Una llamada a las Iglesias locales

El mensaje final del encuentro agradece a las comunidades que ya realizan esta labor, llamándolas “la ternura de Dios”. Pero al mismo tiempo, el documento exhorta a que este compromiso se multiplique. Cada parroquia puede ser espacio de acogida; cada diócesis, un punto de referencia y apoyo; cada obispo, un animador de este apostolado.

En palabras de los propios participantes, la Pastoral de Movilidad Humana no es una pastoral opcional, sino una urgencia evangélica. Allí donde hay migrantes, allí debe estar la Iglesia, no como espectadora, sino como madre que acompaña, protege y aprende de sus hijos.

Más allá de la política, un compromiso cristiano

A las autoridades civiles se les recordó su responsabilidad en la construcción de sociedades más justas y solidarias. Pero el compromiso de la Iglesia no depende de los vaivenes políticos. El Evangelio obliga a abrir caminos de hospitalidad y a rechazar la indiferencia. En tiempos donde la migración es usada como bandera electoral o como amenaza social, la Pastoral de Movilidad Humana recuerda que se trata, ante todo, de personas con dignidad inalienable.

El encuentro de Costa Rica reafirma un camino que debe extenderse en todas las diócesis de nuestra región. La Pastoral de Movilidad Humana no es solo un servicio social, sino un signo del Reino de Dios que crece en medio de la historia. Replicarla y fortalecerla en cada Iglesia local de América del Norte, Centroamérica y el Caribe es hoy un imperativo de la fe y un testimonio de que el cristianismo sigue siendo Buena Noticia para los más vulnerables.

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