Celebrar septiembre como Mes de la Biblia es también asumir el reto de prepararse para servir en la pastoral bíblica, con oración, estudio y acompañamiento del párroco.
Cada septiembre, la Iglesia católica recuerda con especial intensidad el valor de la Palabra de Dios, al celebrar el mes de la Biblia. Pero acercarse a ella no es asunto de improvisación ni de ocurrencias: exige preparación, fidelidad y espíritu de servicio.
Quien desea formar parte de la pastoral bíblica ha de comprender que se trata de una misión eclesial seria y profunda, con el propósito de que la Palabra transforme la vida de las personas y de las comunidades.
El propósito de la pastoral bíblica
El Concilio Vaticano II, en la constitución Dei Verbum, subrayó que “la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras, al igual que el mismo Cuerpo del Señor” (DV 21). Años después, el Papa Benedicto XVI recordaba que la pastoral bíblica no consiste en “una actividad al lado de otras, sino en la animación bíblica de toda la pastoral” (Verbum Domini, n. 73).
Por tanto, el propósito es claro: hacer de la Palabra de Dios el alma de la vida cristiana y de toda acción pastoral, de manera que ilumine la liturgia, la catequesis, la vida familiar y el compromiso social.
“La pastoral bíblica no es improvisación: es servicio, método y fidelidad a la Iglesia”.
Un paso fundamental para quien desee integrarse en la pastoral bíblica es tomar un curso completo en la Escuela Bíblica de la diócesis correspondiente.
Esta formación garantiza una base sólida en el conocimiento de la Sagrada Escritura y en los criterios de interpretación que la Iglesia recomienda.
En caso de que en la diócesis no exista aún una Escuela Bíblica formal, es muy importante solicitar al párroco que organice y acompañe un curso bíblico para la comunidad, de modo que todos los participantes puedan contar con la preparación adecuada y evitar improvisaciones o errores en la misión.
Las herramientas necesarias
Quien desee participar en la pastoral bíblica debe contar con un equilibrio de recursos:
- La Sagrada Escritura en una edición aprobada por la Iglesia, preferiblemente con notas y comentarios pastorales.
- Documentos de la Iglesia: Dei Verbum, Verbum Domini, la Introducción a la Biblia de la Conferencia Episcopal, y subsidios diocesanos.
- Apoyo en ciencias auxiliares: nociones de historia, geografía bíblica, cultura judía y cristiana antigua, para evitar interpretaciones erróneas.
- Material pedagógico: guías, fichas, dinámicas comunitarias y recursos digitales que faciliten la comprensión.
La metodología
La pastoral bíblica no puede quedar en lecturas aisladas. La Iglesia recomienda un camino pedagógico claro:
- Escuchar el texto: leerlo en comunidad, proclamado con dignidad.
- Explicarlo: ubicarlo en su contexto histórico y teológico.
- Meditarlo: confrontarlo con la vida de cada persona y de la comunidad.
- Orar con la Palabra: siguiendo la tradición de la Lectio divina.
- Comprometerse: dejar que la Palabra inspire actitudes, decisiones y compromisos de fe y justicia.
Esta metodología evita improvisaciones y garantiza que la Biblia sea comprendida, vivida y celebrada, no manipulada.
La guía del párroco
Ninguna comunidad debe caminar sola en el servicio de la Palabra. La pastoral bíblica debe estar bajo la guía del párroco, quien garantiza la fidelidad al Magisterio y la comunión con toda la Iglesia.
Los animadores y lectores bíblicos no son intérpretes independientes, sino servidores que colaboran en una misión eclesial.
Bajo la guía del pastor, se definen las metodologías adecuadas, se corrigen posibles errores, se elabora la agenda de cada sesión y se asegura que la Palabra sea fuente de unidad y no de división.
La agenda de una sesión bíblica
Aunque cada parroquia adapta su ritmo, una reunión de pastoral bíblica podría organizarse así:
- Oración inicial (5 minutos): invocar al Espíritu Santo.
- Proclamación del texto bíblico (5 minutos): lectura clara y pausada.
- Iluminación bíblica (15 minutos): explicación sencilla, apoyada en notas y documentos.
- Diálogo comunitario (20 minutos): compartir resonancias, preguntas y experiencias.
- Oración con la Palabra (10 minutos): silencio, cantos, intercesiones.
- Compromisos concretos (5 minutos): gestos de vida que nacen de la Palabra.
- Oración final y envío.
Así se garantiza que la Palabra sea escuchada, entendida, orada y vivida.
Formar parte de la pastoral bíblica es responder a un llamado de servicio en la Iglesia. No basta con buena voluntad: se requiere formación, espiritualidad y fidelidad a la enseñanza eclesial.
Como recordaba el Papa Francisco: “La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón” (Evangelii Gaudium, n. 264).
En este mes de la Biblia, el mejor regalo que podemos dar a nuestra comunidad es prepararnos con seriedad para que la Palabra siga siendo “antorcha para mis pies y luz para mi sendero.” (Sal 119,105).











