Para muchos, la Navidad empieza la noche del 24 de diciembre y termina, casi sin darnos cuenta, al caer la noche del 25. Se apagan las luces, se guardan los adornos, se retoman las prisas. Parece que todo fue un instante emotivo, intenso, pero fugaz. Sin embargo, para la Iglesia Católica, la Navidad no se agota en esas horas: apenas comienza.
La noche del 24 es el umbral, la puerta que se abre. El 25 de diciembre no es el final, sino el inicio de un tiempo que la Iglesia llama tiempo de Navidad: días para contemplar, agradecer, reconciliar y aprender a vivir de otro modo. No se trata sólo de recordar un nacimiento ocurrido hace siglos, sino de permitir que ese nacimiento transforme nuestra manera de estar con los demás hoy.
Navidad no es una fecha, es una actitud
Si lo pensamos bien, reducir la Navidad a una cena o a un intercambio de regalos es quedarnos en la superficie. El nacimiento de Jesús es, en el fondo, una propuesta radical: Dios elige la fragilidad, la cercanía, la vida compartida. Y eso tiene consecuencias muy concretas para nuestras familias, amistades y comunidades.
La Navidad continúa cada vez que:
- Visitamos a un familiar al que hemos postergado.
- Damos el primer paso para sanar una relación rota.
- Elegimos el diálogo en lugar del reclamo.
- Renunciamos al rencor para abrir espacio a la paz.
Celebrar la Navidad es crear ambientes donde se pueda respirar paz, donde los niños crezcan sin violencia, donde los adultos aprendamos a pedir perdón y a perdonar.
Ser gente de paz, agentes de paz
En un mundo saturado de enojo, polarización y heridas abiertas, vivir la Navidad más allá del 25 de diciembre es un acto profundamente contracultural. Es decidir, conscientemente, no vivir desde el odio ni desde la venganza, sino desde la reconciliación.
Ser agentes de paz no significa ignorar los conflictos, sino afrontarlos con humanidad. Significa no permitir que el resentimiento gobierne la mesa familiar, la conversación entre amigos o la vida comunitaria. La Navidad nos recuerda que la paz no es una idea abstracta: empieza en casa, en la forma en que miramos, hablamos y escuchamos.
¿Cuándo termina la Navidad?
Litúrgicamente, la Navidad termina con la fiesta del Bautismo del Señor, que se celebra el domingo después de la Epifanía (domingo siguiente al 6 de enero), por ejemplo, el 12 de enero en 2025, marcando el inicio del Tiempo Ordinario.
Aunque la Epifanía (Reyes Magos) es el culmen de la navidad, el Bautismo es el cierre oficial del ciclo navideño. Pero, en un sentido más profundo, la Navidad termina cuando dejamos de vivir como hermanos. Mientras haya un esfuerzo sincero por amar, por comprender, por construir armonía, la Navidad sigue viva.
Tal vez esa sea la invitación más hermosa de estas fechas: no guardar la Navidad en una caja junto con los adornos, sino llevarla a la vida diaria. Hacer de cada encuentro una oportunidad de comunión. Hacer de cada día un pequeño Belén donde otros puedan sentirse acogidos.
Porque, al final, la verdadera pregunta no es cuándo empieza o termina la Navidad, sino esta: ¿estamos dispuestos a vivir como personas de paz, hoy y siempre?











