Dios es el creador de la familia, por eso cuida tanto de ella. Dios pudo crearnos aislados, solitarios, pero prefirió crearnos en familia, porque así nos cuidamos unos a otros, nos transmitimos valores, nos damos amor y nos preparamos para formar nuestra propia familia.
Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos. (Gen 1:26-28).
Dios creó al hombre y a la mujer y los bendijo, dándoles la misión de multiplicarse, ser fructíferos y llenar la tierra con hijos. Vemos que sin la unidad sexual del hombre y la mujer no habría continuidad sino que simplemente desaparecería la humanidad. Por eso es imprescindible la familia nuclear constituida por el padre, la madre y los hijos.
Pero la intención de Dios va más allá de la continuación de la raza humana. Él busca que nos apoyemos, construyamos y bendigamos el lugar donde nos ha puesto. Al venir Dios a este mundo, pudo hacerlo en solitario, apareciendo de repente, e iniciar de inmediato su ministerio, pero prefirió nacer en el vientre de una madre, crecer como hijo de familia y contar con una madre y un padre para mostrarnos el valor y la importancia de la familia.
Los seres humanos fuimos creados a la imagen de Dios y tenemos un propósito asignado por él. Somos llamados a contribuir en el lugar donde estamos. Y no solo eso, a diferencia de los animales, los humanos poseemos cuerpo, alma y espíritu lo cual nos da la capacidad de tener una relación de amistad con Dios, fuente de amor y sabiduría.
