Caminar con María

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Caminar con María es recorrer un sendero de amor, fe y esperanza. Es sentir su ternura de Madre en cada paso, en cada oración, en cada momento de la vida. María no es una figura lejana ni inalcanzable; ella es una Madre presente, que nos toma de la mano y nos guía con suavidad hacia Jesús.

Desde el momento en que dijo “Sí” a Dios, María comenzó un camino que hoy sigue recorriendo junto a nosotros. Su amor no conoce fronteras ni tiempos, porque ella es Madre de todos. Cuando la invitamos a caminar con nosotros, su presencia se hace sentir de muchas maneras: en la paz del corazón, en la fuerza para seguir adelante y en la certeza de que nunca estamos solos.

Caminar con María no significa una vida sin dificultades. Al contrario, ella misma vivió momentos de dolor y prueba. Conoció la incertidumbre, el sacrificio y el sufrimiento, pero siempre confió en Dios. Y esa es la lección que nos deja: confiar, aunque no entendamos todo, aunque el camino parezca difícil.

En nuestro día a día, podemos caminar con María a través de la oración, especialmente con el Santo Rosario. Cada Ave María es como un paso que damos a su lado, aprendiendo de su humildad y entrega. También la encontramos en los pequeños gestos de amor: en la sonrisa a un desconocido, en la ayuda a quien lo necesita, en la paciencia con los demás.

Si hacemos de María nuestra compañera de camino, aprenderemos a ver la vida con sus ojos: con fe en Dios, con amor en el corazón y con esperanza en el futuro. Ella nos muestra que el camino no es sólo llegar, sino recorrerlo con confianza y alegría.

Hoy, al comenzar un nuevo día, pidamos a María que camine con nosotros. Que nos enseñe a amar como ella, a confiar como ella y a seguir siempre adelante, tomados de su mano maternal.

Santa María, camina con nosotros y llévanos siempre hacia Jesús.

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