Estás en misa. Intentas concentrarte. Pero de pronto… un niño llora, otro corre por el pasillo. Alguien revisa su celular. Se oye música en la calle. Detrás de ti dos personas charlan. El padre predica, pero tu mente está ya a medio camino entre el fastidio y la distracción. ¿Te ha pasado?
No estás solo. Muchos fieles vivimos esto cada domingo. Y aunque quisiéramos un templo en absoluto silencio, la vida real es otra cosa. Pero aquí viene lo más importante: Dios sí está presente, incluso en medio del ruido. Y Él no se escandaliza como nosotros.
1. Recuerda por qué estás ahí
No fuiste a misa a tener una “experiencia perfecta”. Fuiste a encontrarte con el Señor, a alimentarte de su Palabra y de su Cuerpo. A dar gracias, a ofrecer tu semana, a pedir perdón. Cuando algo te distraiga, vuelve la mirada interior al altar y repite: “Señor, estoy aquí por ti”.
2. Haz una oración antes de empezar
Llega unos minutos antes y pide al Espíritu Santo que te ayude a vivir la misa con recogimiento, incluso si hay ruido. Una oración sencilla puede cambiar tu disposición:
“Señor, ayúdame a concentrarme en Ti, aunque mi alrededor sea un caos. No permitas que me pierda este momento contigo.”
3. No te conviertas tú en un distractor
A veces nos molesta el niño que llora, pero no nos damos cuenta de que nosotros también hablamos o revisamos el celular. El recogimiento comienza por uno mismo. Sé tú ese fiel que inspira a otros con su actitud reverente y atenta.
4. Ten paciencia con los demás
A veces son familias con niños pequeños que hacen un gran esfuerzo por asistir. O personas nuevas que aún no comprenden el respeto que merece la liturgia. En vez de molestarte, pídele a Dios por ellos. Recuerda que en misa estamos todos: santos y pecadores, adultos y niños, fuertes y débiles.
5. Concéntrate en lo esencial
¿Te perdiste una parte del Evangelio? ¿Te costó seguir la homilía? No pasa nada. Vuelve al corazón: la consagración. Esa es la cumbre. Cuando el sacerdote eleva el pan y el vino convertidos en el Cuerpo y la Sangre del Señor, levanta también tus ojos y tu alma. Ahí está Jesús, vivo y presente. Por eso viniste.
6. Si te desconectas, vuelve
A veces la mente se va. No te frustres. Es parte del camino espiritual. Lo importante es regresar. Como en la vida: lo importante no es no caer, sino volver a levantarse y seguir.
7. Después de misa, no te vayas igual
Termina con una oración de acción de gracias. Aunque haya habido distracciones, Dios también habla en medio del ruido. Y muchas veces, si escuchas con el corazón, una sola frase, un gesto, un canto, pueden quedarse contigo toda la semana.
Recuerda:
La misa es el encuentro más grande que tenemos con el Señor. No siempre será perfecto ni silencioso. Pero sí puede ser profundamente real. No te dejes robar este regalo por las distracciones externas. Vívelo desde dentro, con humildad, con paciencia, con amor.
¿Te ha pasado esto en misa? ¿Cómo lo vives tú? Cuéntanos en los comentarios o comparte este mensaje con quien creas que lo necesita. ¡La misa no es sólo para los perfectos, sino para todos los que buscan a Dios!