Cuando sentimos que Dios nos ha abandonado

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Hay momentos en la vida en los que el sufrimiento nos oprime y la presencia de Dios parece distante. Nos preguntamos: ¿Por qué me pasa esto? ¿Dónde está Dios en medio de mi dolor? ¿Me ha abandonado? Si alguna vez has sentido esto, debes saber que no estás solo. Incluso los santos, e incluso Jesús en la cruz, pasaron por este mismo sentimiento.

En el Evangelio, Cristo mismo clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46). Estas palabras, que Jesús tomó del Salmo 22, no son una prueba de desesperación, sino una oración profunda de confianza. Aun en el momento de mayor dolor, Jesús sigue en comunión con el Padre.

Como católicos, sabemos que nuestra fe no se basa en emociones pasajeras, sino en la certeza del amor de Dios, revelado en Cristo. Aunque a veces no lo sintamos, Dios nunca nos abandona.

Cuando Dios parece estar en silencio

La vida cristiana no está exenta de pruebas. Jesús nos lo advirtió: “En el mundo tendrán tribulación, pero tengan ánimo: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). Dios permite que pasemos por momentos de sequedad espiritual o sufrimiento, no porque nos haya olvidado, sino porque desea que crezcamos en fe.

Santa Teresa de Calcuta experimentó lo que se conoce como la noche oscura del alma, un periodo largo en el que no sentía la presencia de Dios, pero nunca dejó de amarle ni de servirle. Muchos santos han vivido esta prueba, y es en esos momentos cuando nuestra fe se purifica y se fortalece.

Claves para encontrar a Dios en la oscuridad

1. La oración y los sacramentos

Cuando sentimos que Dios está lejos, lo más importante es seguir buscándolo. La Eucaristía es la fuente de nuestra vida cristiana. Aunque no sintamos consuelo inmediato, la gracia de los sacramentos nos sostiene. La confesión nos ayuda a liberarnos de lo que nos aparta de Dios.

2. La Palabra de Dios

En la Biblia encontramos consuelo y dirección. Los Salmos, especialmente, son un reflejo de las emociones humanas en relación con Dios. Leer la Sagrada Escritura nos recuerda que Dios es fiel a sus promesas.

3. El ejemplo de los santos

La Iglesia nos da testimonio de hombres y mujeres que han pasado por pruebas similares. Leer sus historias nos ayuda a comprender que la fe no es sólo sentir, sino confiar y perseverar.

4. La Virgen María, Madre y Guía

María nos acompaña en nuestros sufrimientos, como estuvo al pie de la cruz con su Hijo. Encomendarnos a ella nos ayuda a encontrar paz y fortaleza. El rezo del Rosario es un camino seguro para acercarnos más a Dios.

Dios nunca abandona a sus hijos

Cuando sintamos que Dios está lejos, recordemos que nuestra fe no se basa en sentimientos, sino en la certeza de su amor. Aunque no lo veamos, Él nos sostiene. San Juan de la Cruz decía: “Donde no hay amor, pon amor, y sacarás amor”.

Dios nunca nos abandona. Es en los momentos de oscuridad cuando nuestra fe se purifica y crece. Sigamos confiando en Él, sabiendo que, al final, su amor siempre nos iluminará.

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