En 2015, el Papa Francisco nos sorprendió con una encíclica distinta, profunda y urgente: Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común. Diez años después, sigue siendo una llamada poderosa a cuidar el planeta, defender a los pobres y vivir de forma más sencilla. Pero también nos hace preguntarnos: ¿hemos tomado en serio este mensaje en nuestras parroquias? ¿Se ha notado en la vida diaria de la Iglesia?
Una enseñanza del magisterio que toca lo más concreto
Laudato si’ no es sólo un documento ecológico. Es parte del magisterio de la Iglesia, es decir, de sus enseñanzas oficiales. Y como tal, debería tener un lugar claro en nuestra vida pastoral, en la predicación, en los planes de formación, en la liturgia, en la catequesis, y también en nuestras decisiones cotidianas como comunidad.
El Papa nos dejó un documento que nos recuerda algo esencial: cuidar el medio ambiente no es sólo cosa de científicos o activistas. Es una cuestión de fe. Porque Dios nos confió la creación, y porque lo que le pasa a la tierra, también le pasa al ser humano, especialmente a los más pobres.
¿Y en nuestras parroquias?
La gran pregunta es: ¿hemos llevado esta enseñanza a nuestras parroquias? ¿Hemos enseñado a los niños en catecismo a cuidar la creación como un regalo de Dios? ¿Hemos cambiado algo en nuestros hábitos como comunidad, en el consumo de energía, en el uso de materiales, en el cuidado del agua, en la limpieza del entorno?
¿Se habla de estos temas en las homilías? ¿Se promueven actividades ecológicas en conjunto con las familias y los jóvenes? ¿Se anima a los fieles a vivir con más sencillez, menos consumismo, más respeto por la naturaleza y por los pobres?
Muchas veces, la respuesta es “muy poco” o “nada”. La encíclica existe, pero no se refleja en la vida diaria de nuestras comunidades. Y eso es una gran pérdida, porque Laudato si’ no sólo habla del planeta, sino de una forma nueva y más evangélica de vivir.
Una conversión que comienza en casa
El Papa nos habló de una “conversión ecológica”. No se trata sólo de reciclar o apagar luces, sino de cambiar el corazón. De vivir con gratitud por lo que Dios nos da. De entender que lo que desperdiciamos, contamina y daña. De dejar de pensar sólo en nosotros mismos y pensar en los demás, en los más pobres, y en las generaciones que vienen.
Y esa conversión empieza en casa… y en la parroquia. Porque si no lo vivimos juntos como Iglesia, difícilmente cambiará el mundo.
Diez años después: no es tarde para empezar
A diez años de Laudato si’, no basta con celebrar o recordar. Es momento de actuar. De hacer de esta encíclica un tema pastoral real. De incluirla en la formación de los laicos, en los planes parroquiales, en los grupos juveniles, en las celebraciones litúrgicas, en la misión evangelizadora.
El Papa nos dio una brújula. La pregunta es: ¿vamos a usarla?