
En un encuentro marcado por el reconocimiento y el aliento, el Papa León XIV recibió este 6 de junio a los líderes internacionales de asociaciones de fieles, movimientos eclesiales y nuevas comunidades reconocidas por la Santa Sede. Durante la audiencia celebrada en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Pontífice expresó su gratitud por el testimonio y la guía que estas agrupaciones ofrecen a miles de cristianos en todo el mundo.
Una Iglesia en salida, no en aislamiento
Dirigiéndose a los más de cien representantes reunidos en Roma por convocatoria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, León XIV recordó que la fe cristiana no se vive de forma individual ni como una experiencia interior solitaria. “La vida cristiana se encarna en comunidad”, dijo, subrayando que es entre hermanos y hermanas en Cristo donde el Resucitado se hace presente.
En este sentido, valoró la diversidad de carismas, historias y misiones de los distintos grupos, desde aquellos surgidos por fines apostólicos o de caridad, hasta los nacidos de una inspiración espiritual concreta. Todos, afirmó, son señales vivas de que “nadie es cristiano solo”.
Unidad con el Papa y fervor misionero
El Papa puso énfasis en dos ejes esenciales de la vida eclesial: la unidad y la misión. Invitó a todos los movimientos a colaborar “fiel y generosamente” con el Obispo de Roma, asegurando que estos carismas deben estar al servicio de la comunión eclesial y no de agendas personales o ideológicas.
“La unidad que viven en sus grupos y comunidades, extiéndanla al resto de la Iglesia”, exhortó, animando a que mantengan una cercanía real con los pastores y otras realidades eclesiales. En un mundo herido por la división y la violencia, los carismas deben actuar como fermento de fraternidad.
Asimismo, pidió mantener vivo el impulso misionero. Recordando su propia experiencia pastoral en Perú, León XIV compartió cómo la misión ha marcado su espiritualidad. “Sigan dando a conocer el Evangelio, incluso en contextos difíciles o remotos, con generosidad y perseverancia”, alentó.
Un patrimonio espiritual que es gracia
El Papa destacó que las agregaciones eclesiales no sólo tienen un valor pastoral sino también teológico. Citando la carta Iuvenescit Ecclesia, explicó que tanto los dones jerárquicos como los carismáticos son esenciales y complementarios en la estructura de la Iglesia. La jerarquía ofrece la gracia; los carismas, en cambio, la hacen fecunda en todos los niveles de la vida cristiana.
Estas comunidades, agregó, han ayudado a muchos a redescubrir la esperanza, el sentido de pertenencia y el rostro materno de la Iglesia. Por eso, insistió en que el carisma debe siempre llevar al encuentro con Cristo, al crecimiento humano y espiritual, y a una vida de caridad y evangelización.
Dar sin reservarse: la alegría de imitar a Cristo
Al concluir, León XIV recordó que toda persona portadora de un carisma o implicada en una misión apostólica está llamada a despojarse de sí misma para enriquecer a los demás, tal como hizo Cristo. “Esto es fuente de libertad y verdadera alegría”, expresó con firmeza, dejando claro que la vida en la Iglesia no es un proyecto personal, sino una entrega al servicio del Reino.