El Papa León XIV clama por la unidad familiar

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En una emotiva celebración eucarística, el Papa León XIV pidió a las familias ser signo de comunión y esperanza para el mundo. “Son las familias las que generan el futuro de los pueblos”, proclamó con fuerza este domingo 1 de junio de 2025, desde una Plaza de San Pedro llena de vida, en el marco del Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos.

Hay que recordar que un jubileo es un tiempo especial de gracia, perdón y renovación espiritual, instituido por el Papa, durante el cual los fieles son invitados a intensificar la oración, la conversión y las obras de caridad. Aunque el jubileo ordinario se celebra cada 25 años, también pueden convocarse jubileos extraordinarios para resaltar una causa o acontecimiento particular, como en este caso, la vocación y misión de la familia.

Bajo el cielo radiante de la Solemnidad de la Ascensión del Señor y coincidiendo con la 59ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, más de 45,000 personas —padres, madres, niños, abuelos— se reunieron para celebrar junto al Papa la vocación familiar. 

Desde la papamóvil, León XIV saludó con ternura, besó a los más pequeños, bendijo a los padres y acarició a los ancianos, en un gesto que fue reflejo del mensaje que más tarde anunciaría: el llamado a una unidad verdadera, tejida en el amor.

En su homilía, el Santo Padre meditó sobre el Evangelio del día (Juan 17), destacando la oración de Jesús por la unidad: “Que todos sean uno”. Aclaró que no se trata de una uniformidad que borra la identidad, sino de una comunión viva que nace del amor de Dios: “un amor que une sin aplastar, que salva sin imponer, que construye comunidad sin anular la diferencia”.

“La unidad por la que Jesús ora es un don”, explicó el Pontífice, “y es desde su corazón humano que se dirige al Padre: ‘Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno’”. Ese amor —añadió— es más fuerte que cualquier herida, incluso las provocadas por el uso egoísta de la libertad para dividir o destruir.

León XIV pidió a las familias vivir una “unión universal” que refleje el amor mismo de Dios. Recordó que todos hemos recibido la vida antes de poder desearla, y que nadie puede vivir aislado: “Vivimos gracias a una relación”, dijo, “a un vínculo libre y liberador de humanidad y cuidado mutuo”.

A los esposos, el Papa los exhortó a ser ejemplo de coherencia y testimonio para sus hijos; a los niños, les pidió gratitud hacia sus padres; y a los abuelos y ancianos, una vigilia amorosa llena de sabiduría. “En la familia, la fe se transmite como el pan en la mesa y los afectos del corazón”, expresó con sencillez.

Citó también a santos esposos, como Luis y Celia Martin y los beatos mártires Ulma, para reafirmar que el matrimonio “no es un ideal inalcanzable, sino un modelo concreto de amor entre el hombre y la mujer”. Ese amor, explicó, al hacerlos “una sola carne”, los capacita para dar vida, como imagen del Dios creador.

Con la mirada puesta en la eternidad, el Papa concluyó su homilía recordando que un día todos seremos “uno” en Dios. “No sólo nosotros —dijo—, sino también quienes nos han precedido en la luz de su Pascua”

Su mensaje final fue un llamado profético: que las familias unidas, diversas, reales, sean el signo de paz que tanto necesita el mundo.

Fuente: Vatican News

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