Hoy viernes 23 de mayo de 2025 leemos el evangelio según san Juan (15,12-17):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Este es mí mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a ustedes los llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre se los he dado a conocer.
No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los he elegido y los he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca.
De modo que lo que pidan al Padre en mi nombre se los dé. Esto les mando: que se amen unos a otros».
En este pasaje tan íntimo del Evangelio de san Juan, Jesús nos revela el corazón de su mensaje: el amor. No un amor superficial o sentimental, sino un amor que se expresa en la entrega total, hasta dar la vida por los demás. Nos invita a amar como Él nos ha amado, es decir, con un amor que no espera nada a cambio, que perdona, que sirve, que permanece incluso en el dolor y el rechazo.
Jesús eleva nuestra dignidad de siervos a amigos. Ya no somos simples seguidores, sino confidentes del corazón del Maestro, partícipes de su misión y de su intimidad con el Padre. Nos ha dado a conocer todo lo que ha oído de Él, y con eso nos hace capaces de llevar fruto: un fruto que no se marchita, sino que permanece.
Este amor fraterno, que es mandato, no es una imposición fría, sino una llamada urgente y esperanzadora. Nos recuerda que fuimos elegidos, no por nuestros méritos, sino por la gracia. Elegidos para amar, para llevar luz, para transformar el mundo con el testimonio concreto de un amor que construye, que reconcilia, que da vida.
Y no estamos solos en esto: Jesús nos promete que el Padre escuchará nuestras súplicas, si las hacemos en su nombre, desde ese amor que nos une a Él y nos une entre nosotros.
Hoy el Señor te dice con ternura: “Eres mi amigo, te he elegido, ama como yo te amo”. Que esta Palabra nos despierte el deseo de vivir cada día desde ese amor que cambia el corazón y da fruto para la eternidad.
