Ser testigo de Cristo nunca ha sido fácil pues, por un lado el evangelio es exigente y por otro el mundo muchas veces sigue reglas que, si no son contrarias, al menos van por caminos totalmente diferentes a los que Cristo y su evangelio nos han propuesto.
Sin embargo cada día es más urgente que cada uno de nosotros tome realmente en serio su compromiso y se presente ante los demás como un seguidor de Cristo.
Si la gente no ve que nosotros los cristianos, pensamos, actuamos, hablamos, en una palabra: somos diferentes al resto de la sociedad, ¿Cómo se convertirá? ¿Cómo descubrirá la belleza de la vida en el Evangelio? ¿Cómo se entusiasmará a ser también, como nosotros, seguidores de Cristo?
Cuando leemos las noticias y vemos a nuestro alrededor tanta injusticia, tanta violencia y odio, tanta infelicidad en la gente, nos damos cuenta de lo urgente que es el que el evangelio de Jesús llegue a los corazones de los demás.
Sin Jesús nuestro mundo se continuará llenando de sombras y de maldad. La única esperanza que tiene nuestro mundo de recuperar la felicidad, la paz, la armonía es una conversión sincera y total a Cristo y la única forma en que esto ocurrirá es que todos los que nos decimos cristianos, verdaderamente lo seamos.