La misión de los padres en la educación de la fe de los hijos

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El propósito de educar a los hijos en la fe no es posible lograrlo si antes los padres no toman conciencia de que tienen misión y la asumen como una responsabilidad.

Los padres que quieren educar a sus hijos en la fe, deben reconocer que no los educarán por lo que les dicen, ni por lo que les hacen, sino por la unidad de vida que lleven.

Para ello tienen que referirse a los aspectos positivos: cultivar y orientar y no a los aspectos negativos, que son los obstáculos que deben vencer las personas para conseguir el desarrollo integral.


MISIÓN DE LOS PADRES EN LA EDUCACIÓN DE LA FE

El propósito de educar a los hijos en la fe no es posible lograrlo si antes los padres no toman conciencia de que tienen misión y la asumen como una responsabilidad.

Una vez asumida la responsabilidad de cumplir con la misión de educar a los hijos en la fe, los padres deben crear las disposiciones adecuadas para que sus hijos respondan generosamente y reciban ese don de Dios.

Deben reconocer que es necesaria la gracia de Dios y los auxilios internos del Espíritu Santo, porque la fe la da Dios, es un don gratuito que Él da a quien se la pide con rectitud de intención.

Los padres deben orar por sus hijos, para que Dios abra sus corazones y les conceda el don de la fe e inicien el proceso mediante el cual se asumirán como hijos del Padre que les ama y reconozcan a Jesús como su Señor y Salvador.

Los padres deben ayudarles a conocer a Dios tanto a través de la lectura de la Biblia, leyendo con ellos los pasajes adecuados para conocerle, como mediante un permanente trato amoroso con el cual conocerán el amor de Dios.

Otra actividad en esta misión de educar a los hijos en la fe, es preparar y motivar a sus hijos para que por su propia iniciativa, relacionen su vida cotidiana con Dios. 

Dios no es una persona indiferente a nuestra vida cotidiana ni es una realidad desvinculada con nuestras actitudes y con los que nos pasa, sino que forma parte de nuestra vida, en todos y cada uno de sus aspectos. Esto lo deben aprender nuestros hijos.

Sin embargo, la vida de fe no es un camino limpio y llano, pues suele enfrentar obstáculos constantes, tanto provenientes del enemigo como de la sociedad, las amistades de su entorno y a veces de la propia familia, por eso, los padres deben conocer a sus hijos para ayudarles a superar los obstáculos que a nivel humano dificulten su vida de fe.

Los padres deben saber que son los primeros educadores de la fe de sus hijos, no deben delegarla en profesores, ni en pastores, ni en ministerio de niños, ellos son auxiliares importantes, pero la primordial responsabilidad recae en los hijos.

Por eso los padres de familia deben tener tiempo para hablar a sus hijos de Dios, igual que les hablan de otras materias. Con ello no coartan la libertad de sus hijos sino que les están dando el alimento que necesitan aunque el niño no lo pide, (como tampoco un bebé pide ser alimentado), necesitan el alimento para que aumente su vida de la gracia.

Esto es porque el niño, antes de los siete años no comprende nada, pero imita y actúa espontáneamente, hace lo que ve en sus padres y así adquirirá una serie de hábitos, que suponen una exigencia por parte de los padres.

Los padres deben insistir mucho en pocas cosas, porque los hábitos que crean son una estructura a la cual hay que dar vida.

Para ello los padres deben reconocer el valor de la obediencia y del razonamiento, reconocer el valor que tiene la obediencia es lo que permite desarrollar la voluntad.

El sentido que tienen los actos de piedad hay que explicárselo a los hijos en el momento oportuno para que vean la importancia de lo que están haciendo.

Cuando llegan a los siete años, utilizan ya su capacidad de razonamiento y su sentido moral, juzgan las acciones buenas o malas, de acuerdo con la regla de moralidad. Ya estarán preparados para iniciar a vivir su fe en forma autónoma. 

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