La Constitución Dogmática Dei Verbum, promulgada por el Concilio Vaticano II en 1965, es uno de los documentos más importantes para comprender cómo la Iglesia católica valora y transmite la Palabra de Dios. A continuación, presentamos algunos puntos clave que ayudan a entender su mensaje central.
1. Dios habla al hombre por amor
Desde el inicio, Dei Verbum deja claro que Dios se revela no por necesidad, sino por amor. Él quiere entrar en amistad con el hombre, dándose a conocer mediante palabras y hechos (DV 2). Esta revelación culmina en la persona de Jesucristo, el Verbo hecho carne (DV 4).
2. La Tradición y la Escritura: una sola fuente
Un punto fundamental es que la Revelación divina no llega sólo por medio de la Biblia. La Iglesia enseña que la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura “brotan de una misma fuente” y “tienden al mismo fin” (DV 9). Ambas deben ser recibidas y veneradas con igual amor y respeto (DV 9).
3. La interpretación en la Iglesia
El texto subraya que la interpretación auténtica de la Palabra de Dios ha sido confiada al Magisterio de la Iglesia, es decir, al Papa y a los obispos en comunión con él (DV 10). No se trata de imponer una lectura arbitraria, sino de custodiar fielmente el mensaje revelado.
4. El papel de la Biblia en la vida cristiana
Dei Verbum invita a todos los fieles a un contacto más profundo con la Escritura. Se anima a leerla con frecuencia, ya que “la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo” (DV 25, citando a san Jerónimo). La Biblia no debe ser sólo un libro de estudio, sino alimento espiritual diario.
5. La Palabra en la liturgia y en la predicación
La Iglesia reconoce que la Palabra de Dios tiene un lugar privilegiado en la liturgia, especialmente en la Misa. Allí, Cristo mismo habla a su pueblo cuando se proclaman las Escrituras (DV 21). Por eso, se pide que los sacerdotes y predicadores se preparen bien para transmitirla con fidelidad.
En resumen, Dei Verbum nos recuerda que Dios no es un ser lejano, sino un Padre que ha querido hablar a sus hijos. Su Palabra sigue viva y eficaz, iluminando a la Iglesia y guiando nuestras vidas. Escucharla con fe, meditarla con humildad y vivirla con coherencia es la mejor respuesta que podemos darle.
