Lo que me dejaron las lecturas de este domingo 14 de septiembre de 2025. Reflexión laical desde la séptima fila.

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Hoy, escuchando las lecturas, me llamó la atención cómo todo parece girar en torno a algo que se levanta: primero la serpiente de bronce en el desierto, después Jesús en la cruz. En ambos casos, no se trata de mirar por mirar, sino de mirar con fe. 

El pueblo de Israel sufría por su impaciencia, por su murmuración, y sin embargo Dios les abrió una salida que pedía un acto de confianza: levantar la mirada y reconocer que la vida venía de Él.

San Pablo, en la carta a los Filipenses, lo dice de otra manera: Cristo no se quedó en lo alto de su condición divina, sino que descendió, se hizo siervo, se humilló hasta la cruz. Y precisamente por eso fue exaltado. 

Eso me mueve mucho porque revela que lo que nos salva no es la fuerza ni el poder, sino la humildad y la entrega.

El evangelio lo une todo: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre”. Jesús mismo se presenta como esa señal a la que tenemos que mirar. 

La diferencia es enorme: no miramos un símbolo de bronce, sino a una persona viva que se entregó por amor. La cruz que contemplamos hoy no es un amuleto ni un adorno, es el signo de un amor tan grande que no buscó condenarnos, sino salvarnos.

Mientras escuchaba, pensé: ¿cuántas veces también yo me impaciento, murmuro, me harto de la vida diaria como el pueblo en el desierto? ¿Cuántas veces me encierro en mis quejas? Y sin embargo, ahí mismo se me recuerda que puedo levantar la mirada, no hacia el cielo vacío, sino hacia la cruz de Cristo. 

Esa cruz no me promete que desaparecerán las dificultades, pero sí que dentro de ellas hay un amor que sostiene y salva.

Quizá lo que nos toca a nosotros, los de la séptima fila de la misa, es aprender a mirar distinto. Cuando contemplo la cruz, ¿veo sólo sufrimiento o reconozco en ella al Dios que se bajó por mí? Cuando escucho el nombre de Jesús, ¿doblo de rodillas solo con el cuerpo, o también con el corazón?

Hoy, la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, una festividad litúrgica que recuerda en México el hallazgo de la cruz de Cristo y honra este símbolo central de la fe cristiana, me deja esta certeza sencilla: mirar a Cristo levantado es dejarme alcanzar por un amor que no condena, sino que salva.

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