En muchas parroquias se ha despertado un renovado deseo de orar los unos por los otros, de levantar la voz a Dios por las necesidades del mundo, por los enfermos, por las familias rotas, por los jóvenes confundidos, por la Iglesia y por quienes no conocen a Cristo. Y ante esta inquietud surgen preguntas legítimas: ¿Podemos los laicos orar en intercesión? ¿Es correcto hacerlo de forma organizada en la parroquia o incluso a nivel diocesano?
La respuesta es clara y profundamente afirmativa: sí, los laicos no sólo podemos orar en intercesión, sino que estamos llamados a hacerlo.
La oración de intercesión: un acto de caridad y comunión
La oración de intercesión consiste en pedir a Dios por las necesidades de los demás. Es la forma más generosa de oración porque dejamos de mirar nuestras propias necesidades para suplicar por otros. Jesús mismo es nuestro modelo: “Él vive siempre para interceder por nosotros” (Hebreos 7,25).
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña:
“La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. Él es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, en especial de los pecadores. Él está ‘capaz de salvar perfectamente a los que por él se acercan a Dios, pues vive siempre para interceder por ellos’ (Heb 7,25).” (CIC 2634)
Y añade que esta forma de oración “es propia de un corazón conforme a la misericordia de Dios” (CIC 2635).
Por tanto, cuando los laicos oramos en intercesión, estamos participando del sacerdocio común recibido en el bautismo (cf. 1 Pedro 2,9), y uniéndonos a la oración constante de Cristo por la humanidad.
¿Puede organizarse un ministerio laical de intercesión?
Sí. La Iglesia anima a los laicos a organizarse de manera ordenada y en comunión con sus párrocos para ejercer su vocación. Esto incluye la oración de intercesión. El Directorio para la Piedad Popular y la Liturgia (n. 186) y los documentos del Concilio Vaticano II (especialmente Apostolicam Actuositatem) reconocen la legítima iniciativa de los laicos en la oración, la evangelización y la vida espiritual dentro de la Iglesia.
Por ello, es perfectamente legítimo y fecundo que en una parroquia, comunidad o diócesis, se organice un grupo de oración de intercesión laical, siempre en comunión con el párroco o el obispo, según el principio de unidad que rige la vida eclesial.
Incluso el Papa Francisco, en repetidas ocasiones, habló de la importancia de la intercesión, diciendo:
“La intercesión es lo que hace el cristiano: interceder. Es lo que hizo Moisés, lo que hizo Abraham. Jesús intercede. Interceder por los demás es una valentía de fe. Interceder es pelear con Dios por el bien del pueblo.” (Homilía, Santa Marta, 16 de enero de 2014)
Recomendaciones para organizar la oración de intercesión
- Buscar la aprobación y acompañamiento del párroco: No como control, sino como expresión de comunión eclesial.
- Formar al grupo en la doctrina y espiritualidad de la Iglesia: Para evitar desviaciones o confusiones.
- Establecer una estructura sencilla: Reuniones periódicas, cuaderno de intenciones, momentos de silencio, Palabra de Dios, Rosario, Adoración, etc.
- Mantener el espíritu de humildad y discreción: No se trata de protagonismo, sino de servicio oculto.
- Pedir siempre la guía del Espíritu Santo: Para orar según la voluntad del Padre y no según criterios humanos.
Una misión laical urgente
En un mundo herido, dividido y necesitado de consuelo, la oración de intercesión es un acto misionero de misericordia. Es una manera concreta de “salir” como Iglesia, acompañando desde la oración a quienes más lo necesitan.
Sí, los laicos podemos y debemos interceder. Y cuando lo hacemos de manera organizada, humilde y guiada por el Espíritu, la Iglesia entera se enriquece.