¿Qué es la sinodalidad y qué tiene que ver contigo?

Imagen tomada de Sinod.va

En el sínodo sobre la sinodalidad, realizado en octubre del año pasado, el portal de información de la Santa Sede, Vatican News, entrevistó al entonces cardenal Robert Prevost, prefecto del Dicasterio para los Obispos. 

El Papa León XIV siendo cardenal Prevost subrayó la importancia de caminar juntos como Iglesia sinodal, promoviendo un liderazgo episcopal cercano al pueblo y una renovación del espíritu pastoral.

Por eso hoy, en Nacer de Nuevo, explicamos con palabras sencillas que es la Iglesia sinodal.

La Iglesia no es un espectáculo y tú no eres un espectador

Durante siglos, muchos católicos han vivido su fe como si fueran espectadores: el sacerdote habla, los demás escuchan; el obispo decide, el resto obedece; los documentos se publican, y muy pocos los leen. No con mala intención, sino porque así se fue entendiendo, casi sin darnos cuenta. Pero esta no es la Iglesia que soñó Cristo.

Hoy la Iglesia está hablando mucho de “sinodalidad”. Es una palabra que puede parecer lejana, complicada, incluso aburrida. Pero en realidad, si entendemos lo que significa, nos daremos cuenta de que nos está llamando a algo profundo: a dejar de ser espectadores pasivos y a comenzar a caminar como verdaderos discípulos de Jesús, juntos.

¿Qué es eso de “sinodalidad”?

“Sinodalidad” es una palabra que viene del griego y significa literalmente “caminar juntos”. Pero no se trata solo de caminar al lado del sacerdote o del obispo, sino de reconocer que todos, absolutamente todos los bautizados, tenemos un papel en la Iglesia. No es una moda. No es una política eclesiástica. Es volver al Evangelio.

Ser sinodales es vivir como hermanos que se escuchan, oran, reflexionan y deciden juntos qué camino seguir como comunidad cristiana. Es volver a ser ese Pueblo de Dios que camina en la historia con los ojos fijos en Cristo.

¿Por qué es importante hoy?

Porque durante demasiado tiempo muchos pensaron (y aún piensan) que la Iglesia es “cosa de curas y monjas”. Que ellos enseñen, que ellos resuelvan, que ellos decidan. Pero esto no es lo que quiso Jesús. Él fundó una Iglesia donde todos los bautizados fueran discípulos, con una fe activa, viva, con voz, con responsabilidad.

El Papa Francisco lo dijo con claridad: “El camino de la sinodalidad es el que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” (17 de octubre de 2015). No se trata de quitar autoridad a los pastores, sino de que cada uno —también tú— asuma el llamado a ser parte viva de la Iglesia, no sólo un asistente silencioso.

¿Pero yo qué tengo que ver con eso?

Tienes todo que ver. Porque tú, como laico o laica, tienes una misión única en el mundo: llevar a Cristo a tu familia, a tu trabajo, a tus vecinos, a tu comunidad. Nadie más lo puede hacer por ti.

La sinodalidad te recuerda que:

  • Tu voz cuenta cuando la Iglesia analiza qué hacer.
  • Tu experiencia de vida ilumina caminos que otros no ven.
  • Tu fe cotidiana también es testimonio de Cristo.
  • Tus preguntas, dudas y aportes son valiosos.
  • Tu oración y servicio son parte esencial del cuerpo de la Iglesia.

¿Y cómo se vive esto?

Se vive de manera sencilla pero comprometida:

  • Participando en los espacios de escucha de tu parroquia o diócesis.
  • Hablando con respeto pero con sinceridad cuando algo no está bien.
  • Escuchando a otros con espíritu de fraternidad.
  • Pidiendo al Espíritu Santo que guíe tu vida y la vida de la Iglesia.
  • Animándote a construir, no solo a criticar.

La sinodalidad no es hacer reuniones sin fin. Es vivir una fe madura. Es pasar del “yo vengo a misa a que me den” al “yo vengo a misa a dar gracias, a ofrecerme, a ser parte activa”.

¿Y el sacerdote, el obispo, el Papa?

Ellos no desaparecen. La sinodalidad no borra la jerarquía. Al contrario, la hace más auténtica. El Papa sigue siendo el Papa. El obispo, pastor. El párroco, guía. Pero ya no se trata de que unos manden y otros acaten, sino de que todos escuchemos juntos lo que el Espíritu Santo quiere decirle hoy a la Iglesia.

No olvides…

La sinodalidad es una oportunidad, no una amenaza. Es un despertar para los laicos, una conversión para todos. No estás en la Iglesia sólo para “cumplir” u “obedecer”, sino para caminar. No eres un espectador. Eres parte de un Pueblo que camina hacia Dios, que escucha, que construye, que anuncia.

Y si todavía te preguntas si esto es para ti, piensa esto: Jesús no eligió a escribas de profesión ni a sacerdotes del templo como sus apóstoles. Eligió pescadores, recaudadores de impuestos, mujeres valientes. Y les dijo: “Vayan y hagan discípulos”.

La Iglesia te necesita. No mañana. Hoy.

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