Siempre se han cometido errores y se seguirán cometiendo. Como consecuencia de ello, seguiremos presenciando los males que tales errores provocan.
Seguiremos diciendo que fue un error abandonar a la familia cuando más nos necesitaba. O que fue un error no apoyar a nuestro amigo cuando tomó un camino equivocado.
Como padres de familia también cometemos errores y la consecuencia de ello es que limítanos el crecimiento espiritual o material de nuestros hijos.
Hacer las cosas mal también trae consecuencias para el que cometió el error. A veces enfrentar críticas y censura, otras enfrentar juicios, pero siempre hay consecuencias para quien obra mal y provoca daños a la gente.
Pero reconocer los errores cometidos resulta insuficiente. Ante lo que se hizo mal, las mentes y los corazones pueden aprender a remediar los daños producidos, a ayudar a las víctimas de sus errores, a planear mejor las decisiones a tomar en temas tanto sencillos como en los importantes.
Las críticas resultan sanas y tienen sentido sólo si se busca identificar las causas de los males para evitarlos en el futuro. Al mismo tiempo, tienen que señalar la forma concreta para reparar los daños y ayudar a quienes sufren.
Entonces, la reflexión sobre lo que se hizo mal se convierte en algo positivo porque genera madurez en la sociedad. Aumenta la conciencia de la importancia de un buen análisis antes de tomar decisiones.
A pesar de esas medidas, los errores volverán a surgir. Ni la mente más perspicaz puede cerrar las puertas a tantos peligros que surgen continuamente, ni puede ver todos los aspectos que entran en juego a la hora de tomar decisiones.
Pero al menos será posible disminuir tales errores y, cuando se produzcan, en seguida se buscarán caminos de corrección y sanación para quienes sufren directamente sus consecuencias, y para toda la sociedad, que puede aprender del pasado para construir un futuro un poco mejor y más seguro.
