¿Por qué los cristianos nos decimos Hermanos en Cristo?

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Tomemos la expresión «hermanos en Cristo», no como referida a una denominación cristiana, sino en su sentido bíblico originario: los cristianos somos «hermanos en Cristo» (Col 1,2). Ver la iglesia como una fraternidad en Cristo nos expone a una concepción radical de la iglesia, muy distinta de la que se forja en distintos moldes culturales.

¿Qué significa ser hermanos en Cristo? La carta de Pablo a Filemón nos da algunas claves esenciales. Se trata de un documento precioso. Onésimo, un esclavo de Filemón, ha huido de su amo, quien era cristiano. Pero Onésimo ha conocido a Pablo, y ha llegado a ser también cristiano. Ahora Pablo envía a Onésimo de vuelta con su amo, acompañado de una carta de recomendación. 

Se trata de la carta a Filemón. En ella, Pablo le pide a su amigo Filemón que reciba a Onésimo como a un hermano. Y por ello esta carta está llena de indicaciones sobre lo que significa ser hermanos en Cristo.

Ante todo, ser hermanos en Cristo es una gracia (versos 3 y 25). No es algo que nosotros hayamos logrado, conseguido, ni siquiera pensado. Es un regalo de Dios. Y este regalo de Dios entraña la «paz» (v. 3). Ser hermanos en Cristo significa que, al ser cristianos, nos adherimos a una fraternidad que rompe las fronteras culturales, étnicas, y nacionales, uniendo en un cuerpo a personas de distintas procedencias. 

Los antiguos enemigos pasan a ser ahora hermanos (Ef 2,13-15). De ahí que la verdadera iglesia cristiana nunca pueda apoyar las aventuras militares de unos pueblos contra otros: ella es una nueva realidad, compuesta de personas de toda raza, pueblo y nación.

Somos hermanos porque, en esa familia, todos tenemos un mismo Padre y un mismo Señor, que es Jesús (v. 3). En esa unidad, ser hermanos significa ser «colaboradores» (vv. 1 y 24). Cuando Pablo miraba a las iglesias, no veía meras «ovejitas», sino grupos de colaboradores. 

Además de ser colaborador, ser hermano significa ser «compañero de milicia» (v. 2). Literalmente, «co-soldado» (systratiotes). Esto nos da una idea importante de la perspectiva en la que se mueve la iglesia cristiana. Cuando los cristianos son carnales, pelean entre ellos (1 Co 3,3). Cuando los cristianos son espirituales, su lucha ya no es contra personas, sino que tienen un enemigo común: los principados y las potestades de maldad (Ef 6,12). 

Entender la iglesia como una fraternidad en Cristo significa vernos como un conjunto de soldados luchando contra un mismo enemigo, y necesitando el apoyo de los demás en una misma lucha.

Otra característica de los hermanos en Cristo es que son «compañeros» (v. 17). Se trata de una expresión griega (koinonos) que también podría traducirse como «socios». La idea que está detrás es la de tener algo en común. De hecho, el cristianismo primitivo, hasta el siglo IV, se caracterizó por un compartir intenso de los bienes, tal como vemos en los capítulos 2 y 4 de los Hechos. 

El razonamiento detrás de la carta de Filemón es justamente éste: si Onésimo, el antiguo esclavo de Filemón, es ahora hermano de Pablo, inevitablemente tiene que ser también hermano de Filemón, porque ambos son socios. Antes Onésimo era inútil para Filemón (un juego de palabras, porque Onésimo significa útil), pero ahora es útil tanto para Pablo como para Filemón (v. 11), como compañeros que son.

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